La hija de la panadera.

Me llamo Luisa aunque mis hermanos mayores de niña me llamaban “Petit Sue”. Siempre pensé que me llamaban así de forma cariñosa. Nunca pensé que lo hacían por lo frágil y endeble que ellos me veían.

Soy la menor de 5 hermanos, y la más pequeña del segundo matrimonio de mi padre. Mi papá falleció en extrañas circunstancias. Cada vez que preguntaba por lo ocurrido aquel día, siempre obtenía un silencio por respuesta. 

A mis 48 años apenas tengo vagos recuerdos de su figura. No recuerdo ni sus caricias,ni haber recibido nunca un halago suyo. En ocasiones vienen a mi memoria recuerdos del tacto áspero y duro de su mano en mis muslos. También recuercdo como con la otra apretaba mi cuello y me susurraba que ni se me ocrriera alzar la voz. 

A pesar de esto, tengo buenos recuerdos de mi niñez, jugando detrás del mostrador de la panadería de mamá. Pasaba las tardes después de clase, entre montones de sacos de harina y el olor a los bizcochos recién horneados. 

Cuando enfermaba y no iba a clase, ella me llevaba al obrador. Veía como amasaba, y se limpiaba la harina de la cara. Admiraba como se acicalaba, cada vez que la puerta de la entrada tintineaba al abrirse. 

También recuerdo que todas las tardes venía una persona a la misma hora. Mamá me mandaba entonces al obrador y me pedia que me quedara allí hasta que ella me avisara. Yo sentía curiosidad por saber quien era y de qué hablaban. Apenas oía unos susurros. En ocasiones mamá entraba al obrador abrochándose la camisa algo ruborizada. Yo no preguntaba, seguía jugando con los restos de harina que me encontraba por el suelo. Imaginaba que era polvo de hadas.

Vagamente recuerdo una tarde en la que papá llegó antes de hora. Entró tambalenadose por la puerta trasera del obrador. Me preguntó por mamá. Yo inocentemente le dije, que estaba en la panaderia. Le indqué que teníamos que esperar , que no podíamos pasar. Me miró como el que mira una musaraña y entró dando un golpe a la puerta. Recuerdo voces, golpes, gritos y después de un golpe seco, se hizo el silencio. No recuerdo nada más de aquella tarde. A partir de entonces papá ya no volvió a casa y ni tampoco mamá volvió a tener visitas en la panadería por las tardes. Todo se volvió simple, triste y rutinario. 

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